—Anoche no pude pegar ojo. La vida es taaaan cruel conmigo... —Bakarne fingía interés mientras apoyaba la cabeza en una mano, y Elizabeth acababa de volver a ocupar la silla enfrente en la mesa de la cafetería. —¡Y tuve que darme tres putos puntos yo misma! ¡Tres! ¿Te lo puedes creer? Mira, ni siquiera puedo peinarme bien ahora mismo... —Señaló su flequillo.
—Pues yo te veo igual.
—¡Pero es que el pelo es el encanto más preciado de una mujer! —Le hizo un gesto con la mano. —Si no parecieras una rata, quizá lo entenderías.
Joder. Uno de estos días voy a pegarme un tiro.
La mujer con colmillos acababa de terminar su papilla con aspecto de
vómito diaria. Esta vez, sin embargo, se saltó la tostada.
—Atención, gentecilla bonita~.
Todos miraron hacia la puerta, donde Gyeong sostenía un megáfono completamente normal en comparación con su tamaño. Tenía su eterna sonrisa radiante que no se iba ni con lejía y Banan estaba a su lado, con el rostro lleno de emociones contenidas de humillación, pero aún así con una sonrisa falsa en los labios.
—Hoy tendremos una prueba de tiro sorpresa.
—¡Nooo! —Todos protestaron tan educadamente
como pudieron delante de ella. —¡Ni hablar!
—Sí hablar. —Replicó esta. —Para
esta prueba rápida, todos deben traer dos rondas de armas
pequeñas o medianas. Pueden ser dos iguales o diferentes. Pero
deben venir preparadas, para que podamos hacerlo de forma rápida
y sin problemas. A las 11 en el campo de tiro, por favor. —Gyeong
no se preocupó por las protestas y le dio el megáfono a
Banan. —¿Cómo se apaga esto?
Todos se apresuraron a terminar su desayuno tan pronto como pudieron.
—Bueno, ¿eso significa que tienes trabajo que hacer? —Preguntó Elizabeth.
—No. Ya van bien servidos La tipita coreana ya les ha dado
munición suficiente para una pequeña guerrilla,
así que últimamente no tengo trabajo.
—Oh.... Eli machacó su tostada sobre las gachas en
un intento desesperado por darle algo de textura. —Bueno,
hablando de provisiones, a ti también te dieron una,
¿verdad, cariño? —Dijo mientras ella se frotaba las
manos para quitarse el pequeño polvo negro que las cubría.
—¿A qué te refieres?
—Llevabas un arma rusa mientras perseguías a
quienquiera que estuvieras tratando de atrapar. Dime,
¿dónde...? Más bien, quién...
—Antes de que empieces a decir gilipolleces, cacho alfombra
podrida llena de pulgas crujientes, detente. Solo hemos llegado a un
acuerdo. Yo le cubro las espaldas y él me da de comer bien. Es
una relación puramente comercial...
—Ah. Te da de comer. Su polla comunista en tu garganta, ¿verdad?
Bakarne miró a Elizabeth con la cara más
inexpresiva que pudo. Luego se volvió hacia el interior de la
cafetería e hizo señas a Gyeong. La pequeña
señora se acercó con curiosidad, ya que aún no
había interactuado con los Élites.
—Hola, jefa. Siento que no hablemos mucho.
—Comenzó la vasca. —Pero quiero golpear la cara de
esta guarra con una silla sin que eso cuente como una agresión,
¿me da permiso?
La coreana tuvo que parpadear dos veces antes de poder responder.
—¡No, no, no! ¡Nada de violencia entre los
reclutas! —Levantó una mano y hizo un gesto negativo con
el dedo. —¡Nada de puñetazos, patadas, mordiscos,
arañazos, golpes con sillas o mesas, ni apuñalamientos
con cubiertos!
—Hum... —Bakarne miró a la jefa, luego se
miró los dedos y recontó las normas mientras miraba a la
chica nazi. —Entendido. —Y entonces procedió a
estrellar la cara de Elizabeth contra su plato de gachas.
—¡¿Pbhgggrlh?!
—Vale, entonces esto fue totalmente legal. ¿Verdad?
—Miró a Gyeong, que tuvo que recomponerse por un segundo.
Apretó los dientes mientras forzaba una sonrisa.
—Bueno, voy a pasar por alto eso porque se ha escapado de
mis estándares... Pero a partir de ahora no más
agresiones con la comida. —Y procedió a dar un giro de 180
grados, casi robóticamente, para ocultar su cara de incredulidad
mientras Elizabeth levantaba la cabeza, cubierta por el pálido
desastre de avena y leche caducada.
—Por favor, formad una sola fila.
Los treinta y tantos miembros ya estaban preparados en el campo
de tiro. Gyeong estaba delante, en los puestos, con un bloc de notas y
un bolígrafo. De alguna manera, parecía menos formal, ya
que había empezado a perder la paciencia al verlos organizarse
en una fila que parecía más bien una conga. Sus pies
comenzaron a pisotear rítmicamente mientras esperaba a que se
formara una fila de verdad.
Emil fue uno de los primeros en disparar. Su elección fue
una pistola semiautomática normal. Todos esperaban que fallara
estrepitosamente, pero de alguna manera...
—No está mal. —La pequeña y seria
señorita cogió el papel. —Segunda ronda.
Contra todo pronóstico, sus dos papeles tenían una buena cantidad de agujeros cerca del centro.
—Ya puedes irte. —Gyeong sonrió mientras anotaba la puntuación. —Siguiente.
La fila se despejó bastante más rápido de lo
habitual. A la gente le molestaba que Emil hubiera mejorado, ya que eso
significaba que no podían utilizarlo como objeto de burla.
Elizabeth se negó a aceptarlo y obtuvo una puntuación
perfecta por despecho, pero recibió un comentario sobre su forma
de ser demasiado superficial y mezquina al arreglarse el pelo
perfectamente y hacer esperar a todo el mundo antes de disparar sus
rondas. Cuando le tocó el turno a Bakarne, que como de costumbre
se había olvidado de traer munición extra para su Colt,
supo que estaba acabada después de una buena primera ronda.
Observó cómo llegaba el segundo papel. Y justo entonces,
sintió la Makarov todavía en su chaqueta y disparó
para salvar su puntuación. O no tanto, porque los tiros fueron
bastante peores.
—Hum. Normalito. —Gyeong comparó los papeles.
—Casi como si el primero lo hubieras disparado por pura memoria
muscular.... —La miró. —¿Estás ciega o
qué? Fuera.
La mujer gruñó y comentó algo sobre su jefa
mientras se marchaba. Ahora era el turno de George. A diferencia de las
últimas veces, lo llamaron para una demostración
extraoficial. Se sentía un poco nervioso, ya que su especialidad
era el combate cuerpo a cuerpo más que el tiro. Sabía que
había obtenido buenas puntuaciones en sus días de
entrenamiento, pero de alguna manera no recordaba mucho de como
sucedieron.
—Hum. Aquí tenemos a nuestro pequeño
héroe americano. —Gyeong lo miró con la cabeza
recta hacia arriba ya que para ella era básicamente una torre.
—¿Listo para mostrarnos a todos cómo lo hacen los
profesionales?
—Ah... Supongo que sí... —Dudaba mientras
preparaba su M16. —Haré todo lo posible,
señorita....
—Oh, qué educado. —Murmuró mientras
miraba hacia el campo de tiro con su bolígrafo listo.
—Buen chico.
Al oír eso, su cuerpo se tensó lentamente y su
rifle se enderezó como una lanza. Contuvo la respiración
y sus dudas se congelaron. En solo tres segundos, todas las balas ya
había dado en el centro perfecto del blanco. Cuando el blanco
finalmente llegó y se dieron cuenta, algunos de los miembros que
pudieron verlo silbaron con admiración. George no
reaccionó y esperó al siguiente, todavía en la
misma postura tensa. Incluso la jefa parecía algo preocupada.
—La chica musulmana me dijo que eras bueno, pero no
sabía que tanto. —Comentó ella.
—¿Hola? ¿Señor máquina?
George se sobresaltó al oír mencionar a Banan y sus
ojos parpadearon un poco. Solo entonces miró a la examinadora.
—¿Lo hice bien?
—Por favor, procede con el segundo. —Y pasó a
la siguiente prueba. Pero esta vez fue un desastre. Los agujeros se
esparcían por todos lados. —¿Qué co...?
—Gyeong tuvo que morderse la lengua. —¿Qué es
esto, señor?
—Eh... No lo sé...
—Uf. Otro mediocre. Fuera de mi vista.
Y siguió evaluando a los miembros durante el resto de la mañana.
Banan no estaba contenta de haber visto la
examinación. De alguna manera, ahora que las cosas habían
dado un giro repentino y a los miembros les iba mejor, eso
también la hacía sentir mal. Al principio, su
preocupación era ver sin remedio cómo iban a caer, pero
ahora ver que el entrenamiento de Gyeong finalmente había dado
sus frutos le dolía profundamente. Ella había fracasado
durante años y la nueva lo había conseguido en mucho
menos tiempo. Una sensación agridulce de alivio, pero
también de derrota. Sabía lo que vendría
después: su degradación y, muy probablemente, su despido
de la división.
Sentía la garganta seca.
—Hola, encanto.
Cuando estaba en el segundo piso, vio al diablo,
mísmamente vestido de rojo. Un hombre alto y guapo, con el pelo
largo y oscuro recogido en una coleta, barba bien cuidada y un traje
completo de color carmesí. La corbata y los zapatos elegantes
formaban parte del conjunto.
—Hola, Shadil. ¿Qué tal las vacaciones?
—Nada digno de mención. —Él
sonrió. —Siento haber tardado tanto en volver.
Entraron en la oficina de informática y Banan le
indicó que se sentara en la silla. Ella misma encendió el
ordenador y se quedó de pie, manteniéndose
físicamente ocupada para evitar cualquier contacto visual.
—Entonces, ¿ya estás al tanto de la situación?
—Por supuesto. Puedo asegurarme de averiguar quién
está detrás del asesinato de Lázár en poco
tiempo y acabar con esa persona en el mismo instante.
—Sonrió ampliamente. —No hace falta nada más
que un poco de paciencia. Incluso ya he conseguido una
habitación donde alojarme para no molestar a mis queridos
compañeros, sé que lo agradecerán.
Todo el mundo lo agradece. Banan siguió dando vueltas por la habitación.
—¿Hay algún problema? —Shadil
sacó un paquete de cigarrillos de su chaqueta. —¿Te
importa si fumo?
—No me gusta, pero no me importa si lo haces.
—Finalmente se dio la vuelta y, para su sorpresa, él lo
guardó de vuelta sin sacar ninguno. —Que puedes, eh.
—No soy ese tipo de capullo. —Mencionó
él. —Y hablando de capulladas, ¿tengo algo que
firmar?
—Sí, un segundo. —Ella se dirigió al
archivo que había junto a su escritorio, encontró el
papeleo y se puso delante. —Aquí lo tienes.
—Heeeey.
—Saluda bien, animal. ¿Dónde están tus modales?
Rurik estaba de mal humor, después de haberse curado las
heridas de la boca y haberse puesto crema para aliviar el dolor del
cuello por el estrangulamiento de la noche anterior. Por suerte, no le
costó mucho conseguir, o más bien robar, algunos
productos de la enfermería para tal hazaña. Y ahora
estaba enfadado consigo mismo por no haber tenido suficiente cuidado, y
cosía con rabia algunas de las pieles de cabra que había
recogido para unirlas en una sola pieza. Pensaba que tendría
más tiempo, pero para su desgracia Bakarne había llegado
antes ese día.
—Lo siento. —La mujer se acercó a él
con cautela. Sabía que había metido la pata en el
único trabajo que tenía que hacer.
—¿Seguimos siendo socios?
—Cállate. Deberías haber matado a ese
cabrón —Espetó Rurik. —¡Hoy no hay
comida para ti, pitufa!
—Ay. —De alguna manera, era lo que esperaba que
ocurriera. Entonces, no le importó tanto darle más malas
noticias. —Por cierto, aquí tienes tu pistola. Lo siento,
tuve que usarla para otra cosa.
Rurik casi le grita en el momento en que se levantó y la
vio sacar la pistola. Ella se apresuró a calmarle lo más
rápido que pudo.
—¡No pasa nada, no pasa nada! Te traeré
munición nueva ahora mismo. Sé que las tenemos en el
viejo almacén. Solo... Dame un poco de tiempo para encontrarlas,
¿vale? —Por un momento, Bakarne pensó que estaba
muerta. La mirada de Rurik era fría, y cuando estaba a apenas
unos centímetros de ella... simplemente cogió la Makarov
con delicadeza y lentitud, y luego le dio la espalda. —Errr....
—No vuelvas hasta que tengas las recargas. Entonces quizá considere darte de comer.
—Je. — Sonriendo, Bakarne se acercó. —En
realidad eres un tipazo, ¿verdad? —Y cogió y le
lanzó unas cuantas cajas de munición. —Solo
quería ver tu reacción. Para ser un monstruo, te
controlas bastante bien.
Él cogió las pequeñas cajas y
comprobó las balas. Eran auténticas. No solo eso, sino
que ella también había tenido la amabilidad de traer
repuestos para su Mosin-Nagant.
—¿Cómo las has conseguido? —El ruso
estaba ahora completamente fascinado. —¿Contrabando
especial?
—No. Tenemos un viejo almacén que utilizamos para
armas antiguas y extranjeras que los miembros no usan mucho. Como este
antro está en medio de todas partes y en ninguna parte al mismo
tiempo, tenemos una colección de cosas muy variadas.
—¿Eh? ¿Cómo que en medio de todo?
—Sí. En Turquía, básicamente. Ya que
estas ruinas están técnicamente dentro de la
montaña de Ararat, en la frontera oriental con Armenia. Al sur,
tenemos África y Oriente Medio. Luego, al norte, estamos entre
Europa Occidental y la frontera con la Unión Soviética.
—Bakarne hizo un gesto con la mano. —Y si puedo decir todo
eso sin hacerme la picha un lío es porque nos lo machacaron el
primer día. Que a mí la única geografía que
me importa es la de los mejores sitios para beber y tomar pintxos.
En cualquier caso, este lugar es como una especie de reliquia. Un
tesoro estratégico. Que los enemigos accedan a esta base y sus
conductos sería una desgracia, sea cual sea la misión que
se pretenda llevar a cabo.
—Entonces tiene sentido que el viejo quiera protegerla a toda costa. —Y
por qué recurriría incluso a personas que normalmente
odiaría, como yo o esta mujer que está aquí. —¿Y dices que esto es como... el interior de la montaña?
—Sí. La Anomalía.
—Dijo Bakarne. —Aunque he oído que fuera del mundo
militar, la gente lo ha tomado de una manera más bien tirando a
mística. Algunos chiflados han decidido que este es,
literalmente, el lugar donde descansan los últimos restos del
arca de Noé.
—¿De dónde ha salido eso?
—Preguntó Rurik, sentándose y empezando a trabajar
más en las pieles. Ahora estaba claro que estaba haciendo algo
parecido a una capa, tratando de usar las de pelo más blanco
para camuflarse en la nieve.
—Ojalá lo supiera, pero nunca he entendido a la
gente religiosa. Probablemente algún sectario hizo sus propios
cálculos y ruló con ello.
—Hum. —Rurik anudó uno de los hilos y
mordió el trozo que sobraba. Durante unos instantes,
admiró lo que ya había avanzado. —Sabes, en su
retorcida manera, este lugar es realmente como el Arca de Noé.
Pero todas las parejas de animales están mezcladas, como una
pieza inconexa de arte moderno.
—Je. —La mujer con colmillos sonrió.
—Una analogía más bonita de lo que este lugar se
merece.
La noche ya se había instalado cuando todos
se preparaban para irse a dormir. Aún era temprano, pero al
igual que las especies hibernantes, la llegada temprana de la luna cada
noche les hacía sentir aún más sueño de lo
habitual. Fanny miraba la nieve desde una de las ventanas. Al igual que
cuando era niña, aunque fuera algo poco habitual, cuando nevaba
era una experiencia increíble. Antes de formar parte de la
maquinaria que perpetuaba el Conflicto Norirlandés, solía
capturar imágenes artísticas surrealistas de la
naturaleza. En un intento sincero de representar cómo se
sentía después de vivir el Viernes Sangriento,
irónicamente causado por la misma entidad a la que se
unió más tarde. Y justo después de eso, por
supuesto, se convertiría en el regalo para la vista de los
extraños hombres de negro que reclutaban para las Divisiones.
Lo mejor de lo mejor de cada horrible grupo, milicia o guerrilla.
Pero ese era el lema de esa gente. La propia Fanny admiraba a sus
compañeros más de lo que se admiraba a sí misma.
Por eso nunca entendió que, de todos los que descansaban en el
talego en ese momento, ella fuera la única que se había
librado. Y probablemente, el resto de sus antiguos compañeros
estaban cumpliendo cadena perpetua sin posibilidad de salir.
Suspiró y miró al cielo. No estaba tan estrellado
como otras veces, pero seguía siendo muy bonito de admirar. Si
tan solo el extraño edificio estuviera en lo alto de la
montaña, también podría observar la ciudad de
Ereván y sus luces.
En medio de sus pensamientos, sintió un brazo postrarse sobre sus hombros.
—Hola. —la saludó George— ¿Cómo estás?
—Vete al carajo. —Le respondió Fanny sin
expresión alguna.— No te me eches encima de repente, o
algún día probarás plomo si me pillas cargada.
—Ay, no me seas tan fría. —George supuso que
ya no había mucha necesidad de formalidades, ni tenía
intención de mantenerlas. —¿Qué andas
haciendo?
—Solo relajándome. —Al fin y al cabo, no era
mentira. —Te vi en el campo de tiro. ¿Estás bien?
—¿Qué quieres decir? ¡Por supuesto que estoy bien! —Él sonrió.
—Sí, claro. Había algo diferente cuando disparaste la primera ronda.
George parecía confundido. Señaló su propia cara.
—Sí, tú.
Ella no obtuvo ninguna respuesta, ya que él parecía
aún más confundido que ella. En todo caso, solo
podía tratarse de parte de esos entrenamientos especiales de la
CIA. O tal vez él era simplemente un tonto bendecido por la
suerte del principiante. Ella se dio la vuelta para mirar de nuevo al
cielo y se inclinó hacia el marco. El chico simplemente la
imitó y también miró al cielo, sin decir nada. El
momento parecía como si se hubieran congelado en el tiempo. No
necesitaban nada más. Antes de darse cuenta, las luces del
interior se apagaron. Y supieron que debían dirigirse a los
dormitorios.
Antes de llegar a la primera planta, vieron a Banan subiendo las
escaleras. Les saludó con la cabeza y siguió adelante.
George sintió un ligero dolor, pero se sentía aliviado al
verla sonreír con más calma de lo habitual. Y, por
supuesto, tropezó en el último escalón, pero la
máscara no sirvió de mucho para que el golpe en toda la
cara le doliera menos.
—Gringo retrasado. —Comentó Fanny. Luego le
agarró de la mano para ayudarle a levantarse. —Me voy a
poner celosa si no dejas de mirar a la musulmana todo el rato, macho.
—Lo siento, no puedo evitar preocuparme a veces. —Se
llevó la mano a la cara enmascarada para comprobar las partes
adoloridas. —Estuvimos comprometidos en el pasado, así
que, por supuesto, sigo preocupándome por ella.
—¿Ibas a casarte con la estirada esa?
—¿No te lo había dicho? —La cara de
incredulidad de ella fue todo lo que necesitó para confirmarlo.
—Sí, quizá debería habértelo dicho
antes de salir contigo.
—Más que eso, ¿por qué tú o
cualquiera querría estar con una pesada así? Es aburrida
y gruñona, justo lo que no les gusta a los chicos. Así
que....
—Era la mejor y única superviviente del grupo
terrorista wahabí al que pertenecía. Una experta en la
misma fuerza destructiva que la persiguió una y otra vez desde
su infancia. —Las palabras del chico rubio sonaban más
serias que nunca. —Y una chica inteligente que consiguió
asilo en el Reino Unido, terminó sus estudios e incluso obtuvo
excelentes calificaciones en tecnología y desarrollo
informático. Dejó esa vida por... razones personales y
siguió uniéndose a más grupos terroristas hasta
que nos conocimos en Kazajistán por primera vez. Para entonces,
era una de las personas más buscadas en medio mundo.
—George sonrió como un chavalito. —Todavía
recuerdo cuando mi tío Beser me la presentó y
pensé, como un estúpido, que era demasiado pequeña
y que no tenía pinta de mala gente. —Se subió una
de las mangas y mostró con orgullo una profunda cicatriz que le
cruzaba los músculos. —Esto es lo que me hizo cuando la
llamé "inocentona" ese mismo día.
La cara de Fanny era una mezcla de celos pero también de
una percepción renovada. Nunca había pensado, ni una sola
vez, que Banan tuviera algo parecido a un pasado interesante. Para la
chica irlandesa, siempre había sido una secretaria mandona que
vivía pisando huevos mirando con superioridad a todos.
—La puta hostia. —Esas palabras fueron lo único que pudo murmurar.
—Sí. —George se volvió a colocar bien
la manga. —Lo pasamos muy mal, compartimos el mismo dolor durante
unos años. Puede que no sea mucho tiempo, pero, sinceramente,
cualquiera con quien sobrevivas a un ataque aéreo ruso debe ser
alguien en quien puedas confiar el resto de tu vida, ¿sabes?
Ella permaneció en silencio durante el resto del camino
hasta las habitaciones. George ya estaba en la puerta de la suya y le
hizo un gesto tímido para que entrara, pero ella no le
correspondió. En cambio, siguió su camino sin decir nada.
—¡Hasta mañana! —Dijo él finalmente en voz alta.
Ella lo miró sin girarse y le dedicó una
tímida sonrisa. Solo para luego apartar la mirada y fruncir el
ceño, conteniendo el deseo de su garganta irritada de hacer
pucheros y llorar.
En la mesa había dos bebidas de gas con zumo
de arándanos y lima a medio terminar. Un reproductor de vinilos
oxidado con los mejores éxitos de Modern Talking, que acababan
de separarse. El suave tacto de las mantas de terciopelo rojo, que no
se podía comparar con las habituales con las que todo el mundo
tenía que conformarse. Tal despliegue de lujos, todo ello
destinado únicamente al objetivo ahora alcanzado. Shadil estaba
tumbado en la cama, completamente desnudo y erecto, mientras Banan
también se desnudaba, excepto por su hiyab.
—Oye, ¿por qué no te lo quitas? ¿No confías lo suficiente en mí?
—No es cuestión de confianza —Dijo ella en voz
baja. —Y tú lo sabes. —Tampoco es que estuviera
siguiendo realmente las normas de modestia en ese momento. Pero
decidió que se merecía darse el gusto después de
todo el estrés que había soportado. Sabiendo que siempre
podría deshacerse de él muy fácilmente. Pero, por
ahora, lo que les esperaba era de beneficio mutuo.
—Hum. Bueno, así es más emocionante, así que lo aceptaré.
Shadil no quería pasar directamente al plato principal. En
todo caso, el pequeño cuerpo de Banan acercándose ya era
lo suficientemente placentero. Sus ojos oscuros eran especialmente
seductores.
No puedo creer que su ex dejara pasar a una chica tan guapa. Qué yanqui más estúpido.
Levantó los dedos hacia su barbilla y la miró a los ojos.
Su pulgar recorrió sus labios. Ella los frunció contra
él.
—Mh.
—Baila para mí.
Y así lo hizo. Su cuerpo se acercó lentamente a
él, que solo pudo ver su espalda durante un rato. Ni siquiera
sintió la necesidad de agarrarla, ya que en realidad el
espectáculo en sí era suficiente para mantenerlo
entretenido. Todas las curvas en movimiento, sus propias manos
resaltándolas y, a veces, incluso mirándolo con una
sonrisa sensual.
Voy a perder la cabeza.
El hombre hizo todo lo posible por calmarse y empezó a
aprovechar el impulso para masturbarse y satisfacer su necesidad. Eso
le hizo sentir mucho mejor. Y probablemente era su parte favorita,
más que penetrar cualquiera de sus agujeros. El vinilo
seguía sonando, y las asperezas que provocaban un rasguño
casi imperceptible le molestaban ligeramente. Pero siguió
sacudiendose la polla ante la visión de Banan, que finalmente se
había girado hacia él, permitiéndole disfrutar de
la vista de sus pechos turgentes, pero aún generosos. Todo en
ella era un placer para la vista.
—Mmmm. Ella lo miró. —¿Ya te has aburrido?.
—Estás completamente equivocada en ese sentido, La
que sobrevive a los ataques aéreos. —Sus caricias se
volvían cada vez más lentas pero largas, sin apartar los
ojos de su cuerpo. —Dime, ¿esto forma parte de
algún método de gestión moderno?
—Qué tonto eres para ser el mejor espía del mundo. —Ella puso las manos a los lados de su cuerpo, agachándose más cerca de él. Su aliento a pasta de dientes de menta lo hacía sentir cómodo. Todo en ella era elegante sin extravagancias. Y en el frío invierno de Turquía, finalmente se abrazaron el uno al otro.
Cheri cheri lady, goin' through emotion
Love is where you find it, listen to your heart
Cheri cheri lady, livin' in devotion
It's always like the first time, let me take a part
Ella solo anhelaba la atención y el contacto
de alguien, cuando la persona que su corazón deseaba no iba a
estar disponible.
El otro, solo tenía una distracción con la nueva
herramienta en su cobertizo. Porque sabía que ella era crucial
para poner en marcha su plan.
Ambos, cada sonido y movimiento capturados en la cámara de
vídeo colocada en la mesa, donde las bebidas permanecían
inmóviles, aún sin terminar.