Episodio 9
Tentado por la calidez mientras que el frío acecha



   

  —Anoche no pude pegar ojo. La vida es taaaan cruel conmigo... —Bakarne fingía interés mientras apoyaba la cabeza en una mano, y Elizabeth acababa de volver a ocupar la silla enfrente en la mesa de la cafetería. —¡Y tuve que darme tres putos puntos yo misma! ¡Tres! ¿Te lo puedes creer? Mira, ni siquiera puedo peinarme bien ahora mismo... —Señaló su flequillo. 

    —Pues yo te veo igual.

    —¡Pero es que el pelo es el encanto más preciado de una mujer! —Le hizo un gesto con la mano. —Si no parecieras una rata, quizá lo entenderías.

    Joder. Uno de estos días voy a pegarme un tiro. La mujer con colmillos acababa de terminar su papilla con aspecto de vómito diaria. Esta vez, sin embargo, se saltó la tostada.

   —Atención, gentecilla bonita~.

    Todos miraron hacia la puerta, donde Gyeong sostenía un megáfono completamente normal en comparación con su tamaño. Tenía su eterna sonrisa radiante que no se iba ni con lejía y Banan estaba a su lado, con el rostro lleno de emociones contenidas de humillación, pero aún así con una sonrisa falsa en los labios.

    —Hoy tendremos una prueba de tiro sorpresa.

    —¡Nooo! —Todos protestaron tan educadamente como pudieron delante de ella. —¡Ni hablar!

    —Sí hablar. —Replicó esta. —Para esta prueba rápida, todos deben traer dos rondas de armas pequeñas o medianas. Pueden ser dos iguales o diferentes. Pero deben venir preparadas, para que podamos hacerlo de forma rápida y sin problemas. A las 11 en el campo de tiro, por favor. —Gyeong no se preocupó por las protestas y le dio el megáfono a Banan. —¿Cómo se apaga esto?

    Todos se apresuraron a terminar su desayuno tan pronto como pudieron.

    —Bueno, ¿eso significa que tienes trabajo que hacer? —Preguntó Elizabeth.

    —No. Ya van bien servidos La tipita coreana ya les ha dado munición suficiente para una pequeña guerrilla, así que últimamente no tengo trabajo.

    —Oh.... Eli machacó su tostada sobre las gachas en un intento desesperado por darle algo de textura. —Bueno, hablando de provisiones, a ti también te dieron una, ¿verdad, cariño? —Dijo mientras ella se frotaba las manos para quitarse el pequeño polvo negro que las cubría.

    —¿A qué te refieres?

    —Llevabas un arma rusa mientras perseguías a quienquiera que estuvieras tratando de atrapar. Dime, ¿dónde...? Más bien, quién...

    —Antes de que empieces a decir gilipolleces, cacho alfombra podrida llena de pulgas crujientes, detente. Solo hemos llegado a un acuerdo. Yo le cubro las espaldas y él me da de comer bien. Es una relación puramente comercial...

    —Ah. Te da de comer. Su polla comunista en tu garganta, ¿verdad?

    Bakarne miró a Elizabeth con la cara más inexpresiva que pudo. Luego se volvió hacia el interior de la cafetería e hizo señas a Gyeong. La pequeña señora se acercó con curiosidad, ya que aún no había interactuado con los Élites.

    —Hola, jefa. Siento que no hablemos mucho. —Comenzó la vasca. —Pero quiero golpear la cara de esta guarra con una silla sin que eso cuente como una agresión, ¿me da permiso?

    La coreana tuvo que parpadear dos veces antes de poder responder.

    —¡No, no, no! ¡Nada de violencia entre los reclutas! —Levantó una mano y hizo un gesto negativo con el dedo. —¡Nada de puñetazos, patadas, mordiscos, arañazos, golpes con sillas o mesas, ni apuñalamientos con cubiertos!

    —Hum... —Bakarne miró a la jefa, luego se miró los dedos y recontó las normas mientras miraba a la chica nazi. —Entendido. —Y entonces procedió a estrellar la cara de Elizabeth contra su plato de gachas.

    —¡¿Pbhgggrlh?!

    —Vale, entonces esto fue totalmente legal. ¿Verdad? —Miró a Gyeong, que tuvo que recomponerse por un segundo. Apretó los dientes mientras forzaba una sonrisa.

    —Bueno, voy a pasar por alto eso porque se ha escapado de mis estándares... Pero a partir de ahora no más agresiones con la comida. —Y procedió a dar un giro de 180 grados, casi robóticamente, para ocultar su cara de incredulidad mientras Elizabeth levantaba la cabeza, cubierta por el pálido desastre de avena y leche caducada.

    Qué maldita panda de animales, que el líder misericordioso tenga consideración con estas ratas locas porque yo desde luego no voy a tener. Pensó Gyeong mientras salía de la cafetería anonadada.


***


    —Por favor, formad una sola fila.

    Los treinta y tantos miembros ya estaban preparados en el campo de tiro. Gyeong estaba delante, en los puestos, con un bloc de notas y un bolígrafo. De alguna manera, parecía menos formal, ya que había empezado a perder la paciencia al verlos organizarse en una fila que parecía más bien una conga. Sus pies comenzaron a pisotear rítmicamente mientras esperaba a que se formara una fila de verdad.

    Emil fue uno de los primeros en disparar. Su elección fue una pistola semiautomática normal. Todos esperaban que fallara estrepitosamente, pero de alguna manera...

    —No está mal. —La pequeña y seria señorita cogió el papel. —Segunda ronda.

    Contra todo pronóstico, sus dos papeles tenían una buena cantidad de agujeros cerca del centro.

    —Ya puedes irte. —Gyeong sonrió mientras anotaba la puntuación. —Siguiente.

    La fila se despejó bastante más rápido de lo habitual. A la gente le molestaba que Emil hubiera mejorado, ya que eso significaba que no podían utilizarlo como objeto de burla. Elizabeth se negó a aceptarlo y obtuvo una puntuación perfecta por despecho, pero recibió un comentario sobre su forma de ser demasiado superficial y mezquina al arreglarse el pelo perfectamente y hacer esperar a todo el mundo antes de disparar sus rondas. Cuando le tocó el turno a Bakarne, que como de costumbre se había olvidado de traer munición extra para su Colt, supo que estaba acabada después de una buena primera ronda. Observó cómo llegaba el segundo papel. Y justo entonces, sintió la Makarov todavía en su chaqueta y disparó para salvar su puntuación. O no tanto, porque los tiros fueron bastante peores.

    —Hum. Normalito. —Gyeong comparó los papeles. —Casi como si el primero lo hubieras disparado por pura memoria muscular.... —La miró. —¿Estás ciega o qué? Fuera.

    La mujer gruñó y comentó algo sobre su jefa mientras se marchaba. Ahora era el turno de George. A diferencia de las últimas veces, lo llamaron para una demostración extraoficial. Se sentía un poco nervioso, ya que su especialidad era el combate cuerpo a cuerpo más que el tiro. Sabía que había obtenido buenas puntuaciones en sus días de entrenamiento, pero de alguna manera no recordaba mucho de como sucedieron.

    —Hum. Aquí tenemos a nuestro pequeño héroe americano. —Gyeong lo miró con la cabeza recta hacia arriba ya que para ella era básicamente una torre. —¿Listo para mostrarnos a todos cómo lo hacen los profesionales?

    —Ah... Supongo que sí... —Dudaba mientras preparaba su M16. —Haré todo lo posible, señorita....

    —Oh, qué educado. —Murmuró mientras miraba hacia el campo de tiro con su bolígrafo listo. —Buen chico.

    Al oír eso, su cuerpo se tensó lentamente y su rifle se enderezó como una lanza. Contuvo la respiración y sus dudas se congelaron. En solo tres segundos, todas las balas ya había dado en el centro perfecto del blanco. Cuando el blanco finalmente llegó y se dieron cuenta, algunos de los miembros que pudieron verlo silbaron con admiración. George no reaccionó y esperó al siguiente, todavía en la misma postura tensa. Incluso la jefa parecía algo preocupada.

    —La chica musulmana me dijo que eras bueno, pero no sabía que tanto. —Comentó ella. —¿Hola? ¿Señor máquina?

    George se sobresaltó al oír mencionar a Banan y sus ojos parpadearon un poco. Solo entonces miró a la examinadora.

    —¿Lo hice bien?

    —Por favor, procede con el segundo. —Y pasó a la siguiente prueba. Pero esta vez fue un desastre. Los agujeros se esparcían por todos lados. —¿Qué co...? —Gyeong tuvo que morderse la lengua. —¿Qué es esto, señor?

    —Eh... No lo sé...

    —Uf. Otro mediocre. Fuera de mi vista.

    Y siguió evaluando a los miembros durante el resto de la mañana.

***


    Banan no estaba contenta de haber visto la examinación. De alguna manera, ahora que las cosas habían dado un giro repentino y a los miembros les iba mejor, eso también la hacía sentir mal. Al principio, su preocupación era ver sin remedio cómo iban a caer, pero ahora ver que el entrenamiento de Gyeong finalmente había dado sus frutos le dolía profundamente. Ella había fracasado durante años y la nueva lo había conseguido en mucho menos tiempo. Una sensación agridulce de alivio, pero también de derrota. Sabía lo que vendría después: su degradación y, muy probablemente, su despido de la división.

    Sentía la garganta seca.

    —Hola, encanto.

    Cuando estaba en el segundo piso, vio al diablo, mísmamente vestido de rojo. Un hombre alto y guapo, con el pelo largo y oscuro recogido en una coleta, barba bien cuidada y un traje completo de color carmesí. La corbata y los zapatos elegantes formaban parte del conjunto.   

    —Hola, Shadil. ¿Qué tal las vacaciones?

    —Nada digno de mención. —Él sonrió. —Siento haber tardado tanto en volver.

    Entraron en la oficina de informática y Banan le indicó que se sentara en la silla. Ella misma encendió el ordenador y se quedó de pie, manteniéndose físicamente ocupada para evitar cualquier contacto visual.

    —Entonces, ¿ya estás al tanto de la situación?

    —Por supuesto. Puedo asegurarme de averiguar quién está detrás del asesinato de Lázár en poco tiempo y acabar con esa persona en el mismo instante. —Sonrió ampliamente. —No hace falta nada más que un poco de paciencia. Incluso ya he conseguido una habitación donde alojarme para no molestar a mis queridos compañeros, sé que lo agradecerán.

    Todo el mundo lo agradece. Banan siguió dando vueltas por la habitación.

    —¿Hay algún problema? —Shadil sacó un paquete de cigarrillos de su chaqueta. —¿Te importa si fumo?

    —No me gusta, pero no me importa si lo haces. —Finalmente se dio la vuelta y, para su sorpresa, él lo guardó de vuelta sin sacar ninguno. —Que puedes, eh.

    —No soy ese tipo de capullo. —Mencionó él. —Y hablando de capulladas, ¿tengo algo que firmar?

    —Sí, un segundo. —Ella se dirigió al archivo que había junto a su escritorio, encontró el papeleo y se puso delante. —Aquí lo tienes.

***


    —Heeeey.

    —Saluda bien, animal. ¿Dónde están tus modales?

    Rurik estaba de mal humor, después de haberse curado las heridas de la boca y haberse puesto crema para aliviar el dolor del cuello por el estrangulamiento de la noche anterior. Por suerte, no le costó mucho conseguir, o más bien robar, algunos productos de la enfermería para tal hazaña. Y ahora estaba enfadado consigo mismo por no haber tenido suficiente cuidado, y cosía con rabia algunas de las pieles de cabra que había recogido para unirlas en una sola pieza. Pensaba que tendría más tiempo, pero para su desgracia Bakarne había llegado antes ese día.

    —Lo siento. —La mujer se acercó a él con cautela. Sabía que había metido la pata en el único trabajo que tenía que hacer. —¿Seguimos siendo socios?

    —Cállate. Deberías haber matado a ese cabrón —Espetó Rurik. —¡Hoy no hay comida para ti, pitufa!

    —Ay. —De alguna manera, era lo que esperaba que ocurriera. Entonces, no le importó tanto darle más malas noticias. —Por cierto, aquí tienes tu pistola. Lo siento, tuve que usarla para otra cosa.

    Rurik casi le grita en el momento en que se levantó y la vio sacar la pistola. Ella se apresuró a calmarle lo más rápido que pudo.

    —¡No pasa nada, no pasa nada! Te traeré munición nueva ahora mismo. Sé que las tenemos en el viejo almacén. Solo... Dame un poco de tiempo para encontrarlas, ¿vale? —Por un momento, Bakarne pensó que estaba muerta. La mirada de Rurik era fría, y cuando estaba a apenas unos centímetros de ella... simplemente cogió la Makarov con delicadeza y lentitud, y luego le dio la espalda. —Errr....

    —No vuelvas hasta que tengas las recargas. Entonces quizá considere darte de comer.

    —Je. — Sonriendo, Bakarne se acercó. —En realidad eres un tipazo, ¿verdad? —Y cogió y le lanzó unas cuantas cajas de munición. —Solo quería ver tu reacción. Para ser un monstruo, te controlas bastante bien.

    Él cogió las pequeñas cajas y comprobó las balas. Eran auténticas. No solo eso, sino que ella también había tenido la amabilidad de traer repuestos para su Mosin-Nagant.

    —¿Cómo las has conseguido? —El ruso estaba ahora completamente fascinado. —¿Contrabando especial?

    —No. Tenemos un viejo almacén que utilizamos para armas antiguas y extranjeras que los miembros no usan mucho. Como este antro está en medio de todas partes y en ninguna parte al mismo tiempo, tenemos una colección de cosas muy variadas.

    —¿Eh? ¿Cómo que en medio de todo?

    —Sí. En Turquía, básicamente. Ya que estas ruinas están técnicamente dentro de la montaña de Ararat, en la frontera oriental con Armenia. Al sur, tenemos África y Oriente Medio. Luego, al norte, estamos entre Europa Occidental y la frontera con la Unión Soviética. —Bakarne hizo un gesto con la mano. —Y si puedo decir todo eso sin hacerme la picha un lío es porque nos lo machacaron el primer día. Que a mí la única geografía que me importa es la de los mejores sitios para beber y tomar pintxos. En cualquier caso, este lugar es como una especie de reliquia. Un tesoro estratégico. Que los enemigos accedan a esta base y sus conductos sería una desgracia, sea cual sea la misión que se pretenda llevar a cabo.

    —Entonces tiene sentido que el viejo quiera protegerla a toda costa. —Y por qué recurriría incluso a personas que normalmente odiaría, como yo o esta mujer que está aquí. —¿Y dices que esto es como... el interior de la montaña?

    —Sí. La Anomalía. —Dijo Bakarne. —Aunque he oído que fuera del mundo militar, la gente lo ha tomado de una manera más bien tirando a mística. Algunos chiflados han decidido que este es, literalmente, el lugar donde descansan los últimos restos del arca de Noé.

    —¿De dónde ha salido eso? —Preguntó Rurik, sentándose y empezando a trabajar más en las pieles. Ahora estaba claro que estaba haciendo algo parecido a una capa, tratando de usar las de pelo más blanco para camuflarse en la nieve.

    —Ojalá lo supiera, pero nunca he entendido a la gente religiosa. Probablemente algún sectario hizo sus propios cálculos y ruló con ello.

    —Hum. —Rurik anudó uno de los hilos y mordió el trozo que sobraba. Durante unos instantes, admiró lo que ya había avanzado. —Sabes, en su retorcida manera, este lugar es realmente como el Arca de Noé. Pero todas las parejas de animales están mezcladas, como una pieza inconexa de arte moderno.

    —Je. —La mujer con colmillos sonrió. —Una analogía más bonita de lo que este lugar se merece.

***


    La noche ya se había instalado cuando todos se preparaban para irse a dormir. Aún era temprano, pero al igual que las especies hibernantes, la llegada temprana de la luna cada noche les hacía sentir aún más sueño de lo habitual. Fanny miraba la nieve desde una de las ventanas. Al igual que cuando era niña, aunque fuera algo poco habitual, cuando nevaba era una experiencia increíble. Antes de formar parte de la maquinaria que perpetuaba el Conflicto Norirlandés, solía capturar imágenes artísticas surrealistas de la naturaleza. En un intento sincero de representar cómo se sentía después de vivir el Viernes Sangriento, irónicamente causado por la misma entidad a la que se unió más tarde. Y justo después de eso, por supuesto, se convertiría en el regalo para la vista de los extraños hombres de negro que reclutaban para las Divisiones.

    Lo mejor de lo mejor de cada horrible grupo, milicia o guerrilla. Pero ese era el lema de esa gente. La propia Fanny admiraba a sus compañeros más de lo que se admiraba a sí misma. Por eso nunca entendió que, de todos los que descansaban en el talego en ese momento, ella fuera la única que se había librado. Y probablemente, el resto de sus antiguos compañeros estaban cumpliendo cadena perpetua sin posibilidad de salir.

    Suspiró y miró al cielo. No estaba tan estrellado como otras veces, pero seguía siendo muy bonito de admirar. Si tan solo el extraño edificio estuviera en lo alto de la montaña, también podría observar la ciudad de Ereván y sus luces.

    En medio de sus pensamientos, sintió un brazo postrarse sobre sus hombros.

    —Hola. —la saludó George— ¿Cómo estás?

    —Vete al carajo. —Le respondió Fanny sin expresión alguna.— No te me eches encima de repente, o algún día probarás plomo si me pillas cargada.

    —Ay, no me seas tan fría. —George supuso que ya no había mucha necesidad de formalidades, ni tenía intención de mantenerlas. —¿Qué andas haciendo?

    —Solo relajándome. —Al fin y al cabo, no era mentira. —Te vi en el campo de tiro. ¿Estás bien?

    —¿Qué quieres decir? ¡Por supuesto que estoy bien! —Él sonrió.

    —Sí, claro. Había algo diferente cuando disparaste la primera ronda.

    George parecía confundido. Señaló su propia cara.

    —Sí, tú.

    Ella no obtuvo ninguna respuesta, ya que él parecía aún más confundido que ella. En todo caso, solo podía tratarse de parte de esos entrenamientos especiales de la CIA. O tal vez él era simplemente un tonto bendecido por la suerte del principiante. Ella se dio la vuelta para mirar de nuevo al cielo y se inclinó hacia el marco. El chico simplemente la imitó y también miró al cielo, sin decir nada. El momento parecía como si se hubieran congelado en el tiempo. No necesitaban nada más. Antes de darse cuenta, las luces del interior se apagaron. Y supieron que debían dirigirse a los dormitorios.

    Antes de llegar a la primera planta, vieron a Banan subiendo las escaleras. Les saludó con la cabeza y siguió adelante. George sintió un ligero dolor, pero se sentía aliviado al verla sonreír con más calma de lo habitual. Y, por supuesto, tropezó en el último escalón, pero la máscara no sirvió de mucho para que el golpe en toda la cara le doliera menos.

    —Gringo retrasado. —Comentó Fanny. Luego le agarró de la mano para ayudarle a levantarse. —Me voy a poner celosa si no dejas de mirar a la musulmana todo el rato, macho.

    —Lo siento, no puedo evitar preocuparme a veces. —Se llevó la mano a la cara enmascarada para comprobar las partes adoloridas. —Estuvimos comprometidos en el pasado, así que, por supuesto, sigo preocupándome por ella.

    —¿Ibas a casarte con la estirada esa?

    —¿No te lo había dicho? —La cara de incredulidad de ella fue todo lo que necesitó para confirmarlo. —Sí, quizá debería habértelo dicho antes de salir contigo.

    —Más que eso, ¿por qué tú o cualquiera querría estar con una pesada así? Es aburrida y gruñona, justo lo que no les gusta a los chicos. Así que....

    —Era la mejor y única superviviente del grupo terrorista wahabí al que pertenecía. Una experta en la misma fuerza destructiva que la persiguió una y otra vez desde su infancia. —Las palabras del chico rubio sonaban más serias que nunca. —Y una chica inteligente que consiguió asilo en el Reino Unido, terminó sus estudios e incluso obtuvo excelentes calificaciones en tecnología y desarrollo informático. Dejó esa vida por... razones personales y siguió uniéndose a más grupos terroristas hasta que nos conocimos en Kazajistán por primera vez. Para entonces, era una de las personas más buscadas en medio mundo. —George sonrió como un chavalito. —Todavía recuerdo cuando mi tío Beser me la presentó y pensé, como un estúpido, que era demasiado pequeña y que no tenía pinta de mala gente. —Se subió una de las mangas y mostró con orgullo una profunda cicatriz que le cruzaba los músculos. —Esto es lo que me hizo cuando la llamé "inocentona" ese mismo día.

    La cara de Fanny era una mezcla de celos pero también de una percepción renovada. Nunca había pensado, ni una sola vez, que Banan tuviera algo parecido a un pasado interesante. Para la chica irlandesa, siempre había sido una secretaria mandona que vivía pisando huevos mirando con superioridad a todos.

    —La puta hostia. —Esas palabras fueron lo único que pudo murmurar.

    —Sí. —George se volvió a colocar bien la manga. —Lo pasamos muy mal, compartimos el mismo dolor durante unos años. Puede que no sea mucho tiempo, pero, sinceramente, cualquiera con quien sobrevivas a un ataque aéreo ruso debe ser alguien en quien puedas confiar el resto de tu vida, ¿sabes?

    Ella permaneció en silencio durante el resto del camino hasta las habitaciones. George ya estaba en la puerta de la suya y le hizo un gesto tímido para que entrara, pero ella no le correspondió. En cambio, siguió su camino sin decir nada.

    —¡Hasta mañana! —Dijo él finalmente en voz alta.

    Ella lo miró sin girarse y le dedicó una tímida sonrisa. Solo para luego apartar la mirada y fruncir el ceño, conteniendo el deseo de su garganta irritada de hacer pucheros y llorar.

***


    En la mesa había dos bebidas de gas con zumo de arándanos y lima a medio terminar. Un reproductor de vinilos oxidado con los mejores éxitos de Modern Talking, que acababan de separarse. El suave tacto de las mantas de terciopelo rojo, que no se podía comparar con las habituales con las que todo el mundo tenía que conformarse. Tal despliegue de lujos, todo ello destinado únicamente al objetivo ahora alcanzado. Shadil estaba tumbado en la cama, completamente desnudo y erecto, mientras Banan también se desnudaba, excepto por su hiyab.

    —Oye, ¿por qué no te lo quitas? ¿No confías lo suficiente en mí?

    —No es cuestión de confianza —Dijo ella en voz baja. —Y tú lo sabes. —Tampoco es que estuviera siguiendo realmente las normas de modestia en ese momento. Pero decidió que se merecía darse el gusto después de todo el estrés que había soportado. Sabiendo que siempre podría deshacerse de él muy fácilmente. Pero, por ahora, lo que les esperaba era de beneficio mutuo.

    —Hum. Bueno, así es más emocionante, así que lo aceptaré.

    Shadil no quería pasar directamente al plato principal. En todo caso, el pequeño cuerpo de Banan acercándose ya era lo suficientemente placentero. Sus ojos oscuros eran especialmente seductores.

    No puedo creer que su ex dejara pasar a una chica tan guapa. Qué yanqui más estúpido. Levantó los dedos hacia su barbilla y la miró a los ojos. Su pulgar recorrió sus labios. Ella los frunció contra él.

    —Mh.

    —Baila para mí.

    Y así lo hizo. Su cuerpo se acercó lentamente a él, que solo pudo ver su espalda durante un rato. Ni siquiera sintió la necesidad de agarrarla, ya que en realidad el espectáculo en sí era suficiente para mantenerlo entretenido. Todas las curvas en movimiento, sus propias manos resaltándolas y, a veces, incluso mirándolo con una sonrisa sensual.

    Voy a perder la cabeza. El hombre hizo todo lo posible por calmarse y empezó a aprovechar el impulso para masturbarse y satisfacer su necesidad. Eso le hizo sentir mucho mejor. Y probablemente era su parte favorita, más que penetrar cualquiera de sus agujeros. El vinilo seguía sonando, y las asperezas que provocaban un rasguño casi imperceptible le molestaban ligeramente. Pero siguió sacudiendose la polla ante la visión de Banan, que finalmente se había girado hacia él, permitiéndole disfrutar de la vista de sus pechos turgentes, pero aún generosos. Todo en ella era un placer para la vista.

    —Mmmm. Ella lo miró. —¿Ya te has aburrido?.

    —Estás completamente equivocada en ese sentido, La que sobrevive a los ataques aéreos. —Sus caricias se volvían cada vez más lentas pero largas, sin apartar los ojos de su cuerpo. —Dime, ¿esto forma parte de algún método de gestión moderno?

    —Qué tonto eres para ser el mejor espía del mundo. —Ella puso las manos a los lados de su cuerpo, agachándose más cerca de él. Su aliento a pasta de dientes de menta lo hacía sentir cómodo. Todo en ella era elegante sin extravagancias. Y en el frío invierno de Turquía, finalmente se abrazaron el uno al otro.

    Cheri cheri lady, goin' through emotion
Love is where you find it, listen to your heart
Cheri cheri lady, livin' in devotion
It's always like the first time, let me take a part

    Ella solo anhelaba la atención y el contacto de alguien, cuando la persona que su corazón deseaba no iba a estar disponible.

    El otro, solo tenía una distracción con la nueva herramienta en su cobertizo. Porque sabía que ella era crucial para poner en marcha su plan.

    Ambos, cada sonido y movimiento capturados en la cámara de vídeo colocada en la mesa, donde las bebidas permanecían inmóviles, aún sin terminar.




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