Episodio 7
Nada que ver por aquí



 

    No había prácticamente ningún lugar al que la pequeña líder Gyeong no fuera seguida por la mayoría de los hombres del grupo, y también por algunas de las chicas. Su aspecto familiar y agradable era una delicia y su voz sonaba angelical e inocente. La mujer norcoreana podía ser de pequeña estatura, pero tal escolta le garantizaba estar a salvo de las personas que no compartían dicha admiración.

    Pero esa dulzura no se limitaba a su forma de hablar o su aspecto, su formación también se llevaba a cabo con delicadeza y finalmente, todo el mundo había empezado a tener un horario regular aunque fuese para compartir la misma habitación con ella. Se reinstauraron las duchas calientes. Incluso las comidas parecían haber mejorado, aunque solo fuera un poco. O tal vez era la percepción de los miembros lo que había cambiado. En cualquier caso, todo el mundo parecía mucho más feliz.

    Sin embargo, había gente que no estaba tan contenta con aquello. La gerente Banan había sido degradada y cada uno de sus logros era siempre minimizado y sus normas completamente ignoradas por la nueva administración. Gyeong no solo no se preocupaba por las normas anteriores para racionar las cajas, sino que además podía exigir más. Los jóvenes parecían encantados con las nuevas armas que recibían, tan relucientes y con munición casi ilimitada. Los gritos cada vez que conseguían un arma nueva eran los mismos que los de los niños cuando abren sus regalos de Navidad y encontraban el último juego de la Atari.

    —Haa... —Banan miró a la tripulación desde lejos, mientras vitoreaban y llevaban a la pequeña mujer coreana en volandas. —Espero que Lázár no pueda volver de entre los muertos o se llevaría tal decepción que volvería a espicharla.

***

    Habían pasado tres días desde el asesinato del viejo y nadie tenía aún ninguna pista real sobre el culpable, pero todos decidieron al unísono que había sido Karabanov, ahora casi desaparecido.

    Uno, dos, tres. Dos pasos hacia un lado, recto de nuevo, luego de vuelta cerca de la fría pared. Todo para evitar ser el zorro en la mira de los cazadores.

    Otra cara solo huele un poco los alrededores, luego mira la puerta. Sin embargo, no entra.

    Una mano finalmente alcanza el pomo y, tras echar un vistazo al pasillo, la pequeña figura entra en la escena del crimen.

    Rurik solo podía preguntarse si alguna de las personas que cruzaron la puerta de la oficina del viejo Lázár se había dado cuenta de que él vigilaba entre las sombras en busca de un sospechoso. Al fin y al cabo, si el asesino aún no había sido capturado, era su trabajo agarrarlo. Y no había nada más dulce en ese caos que limpiar finalmente su nombre, aparte de reclamar el liderazgo que originalmente le pertenecía por orden de Lázár. Sin embargo, al inspeccionar la oficina cuando se descubrió el cadáver, no se encontraron copias de la orden original ni de la firma.

    Había desaparecido por completo de todos los registros. Quienquiera que lo hubiera hecho, era bastante astuto. Sacó uno de sus cigarrillos cuando por fin nadie cruzaba el pasillo de la oficina y dejó que su espalda descansara contra la pared. Sin embargo, su respiración no se calmaba mientras trataba de mantener el pecho lo más silencioso posible.

    Por supuesto, había muchas personas que se beneficiarían de su ausencia. Pero sus principales sospechosos eran los que se acercaban habitualmente a la oficina todas las noches a horas completamente intempestivas. Eran poco más de las 4 de la madrugada cuando George, Juan y Gyeong terminaron por cruzar el mismo pasillo.

    —Apuesto a que estos tipos leyeron el manual sobre cómo no parecer sospechosos. —Se permitió ser un poco sarcástico. —Está claro que venir todas las noches a la misma hora no es nada extraño, ¿verdad?

    Pero ¿qué motivo tendrían para hacerlo? Él solo podía hacer pequeñas conjeturas basadas en las escasas pistas que le daban los miembros de la base, que apenas se mostraban amables con él. Al fin y al cabo, lo habían convertido en su enemigo jurado, con rabia y mal genio terrible. Aparece un extraño con aura asesina y a la noche siguiente, el viejo gordo con la cabeza llena de plomo. Si sus conjeturas sobre el asesino eran tan simples y sesgadas, basadas únicamente en las personas que cruzaban el pasillo, entonces los miembros tenían aún más derecho a etiquetarlo como sospechoso principal, después de todo.

    Y a pesar de todo, no había nada de malo en ello. El hombre monstruoso estaba acostumbrado a atraer las miradas temerosas de la gente. Era tanto una forma de lidiar con la situación como un mecanismo de defensa para mantenerse a salvo, o al menos eso era lo que se decía a sí mismo.

    Exhalando el humo una vez más, finalmente decidió salir a descansar. Si es que alguna vez era capaz. Su patrón de sueño se había estropeado aún más tras su llegada a la base. A los miembros de las Divisiones no se les permitía hacerse daño entre ellos, y romper esa regla significaba poner la cabeza en la picota. Por supuesto, en la narrativa actual, él era el objetivo principal. Por lo tanto, el lujo de una noche de sueño reparador estaba muy lejos por ahora.

    Los repulsivos pasillos hacia las profundidades de la base le permitían navegar por el paisaje artificial, un túnel de olores putrefactos y falta de aire fresco que era contrario a su gusto por la naturaleza. Manteniendo las náuseas lo más silenciosamente posible, el hombre llegó a su habitación y cerró la puerta con una llave. Pero también con una barra de metal y una silla. Cuando finalmente comenzó a quitarse las capas de su desgastado uniforme, vio lo opresivo que parecía todo. Solo una pequeña ventana con barrotes en forma de jaula permitía que entrara algo de oxígeno para que pudiera respirar y no perder la cabeza.

    Finalmente, se cubrió el cuerpo con la manta amarillenta que le habían proporcionado e intentó dejar que sus ojos se cerraran, mientras su cerebro seguía acelerado repleto de hilos de información, tratando de unir las piezas del rompecabezas.

    Se sentía completamente solo.

***

    —Bueno, no es como que me guste la idea de un posible motín en la 17ª. Ya estamos con la moral baja tras la gran masacre sufrida recientemente en un ataque sorpresa del enemigo, y el asesinato de nuestro antiguo líder es algo muy grave. Por mucho que todo el mundo quisiera que fuera sustituido de una vez. —Banan dejó un montón de archivos sobre la mesa y comenzó a inspeccionarlos con cuidado, pero sus ojos no se cruzaron. —Pero por mucho que me gustaría tranquilizarte u ofrecerte alguna garantía de protección hasta que se demuestre tu inocencia, ahora mismo carecemos de los recursos necesarios para enviar refuerzos adicionales que mantengan la calma. Por no hablar de la misteriosa desaparición de la orden de Lázár.

    —¿Qué hay de malo con la copia que te he proporcionado? —Preguntó Rurik enfadado, pero mantuvo la compostura en la medida de lo que le era posible. —¿No es suficiente prueba de mi admisión?

    Banan finalmente levantó la vista.

    —El problema es que es una copia. Abrió el segundo archivo para inspeccionarlo y volvió a mirar hacia abajo. Luego procedió a repetir por enésima vez la política de la División.

    —Sí, ya lo capto. Pero debe haber pruebas de que el tipo había hecho su trabajo para preparar un nuevo liderazgo. Una nota o un testamento, o incluso algo en esas máquinas tan sofisticadas... El siberiano hizo un gesto despectivo hacia el ordenador. —Vosotros gastáis un dinero en esos Commodores para almacenar información en lugar de alimentar a vuestros miembros, por lo que al menos deberíais poder examinar todo lo que hay en ellos.

    —¿Has venido aquí para pedir protección o solo para decirme cómo hacer mi trabajo? Ella cerró la carpeta para pasar a la tercera. —Escucha. Legalmente y según el protocolo, no puedo proporcionarte un asistente que te vigile mientras se aclara este embrollo, así que tienes dos opciones. Puedes quedarte aquí y limpiar tu nombre, o puedes marcharte. No estás registrado oficialmente como miembro con nosotros, por lo que no puedo ofrecerte ningún beneficio ni asistencia básica. Ni siquiera debería dejarte tomar nada de nuestras provisiones.

    —Así que ahora es ley de la selva hasta que se resuelva el asesinato. Rurik cruzó los brazos y miró al techo. —Como animales.

    Miró cómo la mujer del hiyab rosa finalmente escaneaba el último expediente y se los llevaba.

    —Lo tomas o lo dejas. Son las reglas, y yo tengo las manos atadas.

***

    —¡Mira esto! Fanny mostró con orgullo una elegante caja rígida de PVC con una tapa transparente. Una pantalla de cristal líquido que estaba apagada y unos cables excepcionalmente bien ordenados. —¡Esta cosa tiene suficiente potencia para volar por los aires la mitad de la base! Oh, no te preocupes, aún no la he cargado, solo es el recipiente. Añadió tras una breve expresión de preocupación por parte de George.

    —¿Y qué piensas hacer con eso? Él ya había salido de la enfermería, completamente recuperado. Ya había enviado su primer informe y tocaba esperar por una revisión. Mientras tanto, el tiempo pasaba lentamente. No había nuevos ataques, ni nuevas aventuras, solo aburrimiento.

    Fanny guardó la caja.

    —Pues volar por los aires la mitad de la base, claro.

    Luego puso una bolsa de plástico transparente sobre la mesa. Desde fuera, parecía llena de uvas. Pero después de sacar un puñado, él se dio cuenta de que parecían bolas compactas de fósforo.

    —Y estas son otro gran invento mío: simplemente enciende las falsas vides de estas y lánzalas al enemigo. Son pequeñas, pero pueden causar un gran daño. Muy útiles para quemar cualquier piel expuesta.

    George cogió una y la miró.

    —¡Puedes quedártela! Dijo ella sonriendo. —¡También puedes quedarte con estas bombas!

    Abrió la chaqueta negra que llevaba puesta y le mostró los pechos. George puso los ojos en blanco, pero ya estaba acostumbrado a las travesuras de la chica irlandesa. Tras suspirar y sonreír un rato, se levantó mientras señalaba los explosivos con forma de uva.

    —Dime, ¿te importa si hago una prueba afuera?

    —¿Ooooh? ¡Sí, adelante! ¡Coge toda la bolsa si quieres! Por una vez, su sonrisa no era pícara, sino dulce e infantil. —Solo he probado la resistencia básica para comprobar de que son seguras de mover, pero eso es todo. ¡Podemos coger algunas latas de la basura para practicar también!

    —Suena perfecto.

    El ruido de las uvas quedó amortiguado gracias a las gruesas capas de nieve que rodeaban la zona del edificio. El exterior de la estructura tenía dos grandes y hermosas zonas naturales, una era una pradera, en lo que se suponía que era la parte delantera del extraño edificio con forma de escuela. La otra, que representaría el patio trasero, era una gran extensión de bosques que rodeaban la mayor parte del lugar hasta llegar a los límites, marcados por las gigantescas montañas y rocas que protegían la base del acceso de personas que desconocían su existencia.

    Una fila de latas reposaba sobre un escritorio abandonado en el bosque, y ambos se turnaban para alcanzarlas con los extraños petardos con forma de cereza. Pero, por desgracia, era más difícil apuntar con ellos que con las armas o granadas normales. Las latas solo caían por la pequeña explosión, y no causaban mucho daño por separado.

    —Hum. No, me temo que hay que volver a la mesa de diseño. Incluso atarlas es inútil, porque el mismo punto por el que habría que agarrarlas es el que hay que prender. —Anunció George, tratando de no sonar demasiado severo, pero Fanny parecía reflexiva. —Creo que aún podrían funcionar como una pequeña táctica sorpresa. Como si fueran shurikens.

    —Hmmmmrgh. —Obviamente, no estaba muy contenta con su fracaso. —Me llevó días hacerlos, maldita sea.

    —Quizás si diseñas algún tipo de mango para ellos...

    —Entonces, ¿qué sentido tiene hacer algo pequeño y portátil, si empiezo a añadirle cosas?

    —Pues es verdad, pero... —George le dio una palmadita en la espalda, en un tímido intento por hacer que la pelirroja se sintiera un poco mejor. Ella lo miró. —De todos modos, seguro que se te ocurrirá algo, ¿verdad?

    No hubo respuesta. Ella giró la cara en dirección opuesta.

    —Oye, Fanny. —George se agachó un poco para mirarla de cerca. —No he dicho nada malo, ¿verdad?

    La sangre del joven acababa de empezar a fluir cuando fue empujado sobre el campo nevado. Ocurrió en cuestión de segundos y nadie podría haber predicho lo fuerte que era ella en realidad. Ahora, inmovilizado, George solo podía observar cómo la chica irlandesa le quitaba los pantalones. La fría brisa no le impidió tener una tremenda erección, con el roce de las manos enguantadas de Fanny trabajandosela. Escupiendo, acariciando y escupiendo de nuevo para que todo se moviera con relativa suavidad.

    —Eh... hmmm...

    —¿Algo que decir, tontolaba? —Se sentó encima de él, dejando que todo su cuerpo se relajara. Su culo muy cerca de su cabeza.

    —No, en realidad no...

    Ella dejó caer un rastro de saliva hasta su pene endurecido. Un glande rosado coronaba un tallo que se curvaba con elegancia sin exceso de grosor ni venas. Terminando en un escroto afeitado. Fanny estaba dispuesta a burlarse de su pene de tamaño dolorosamente promedio y casi virginal, pero no iba a detenerse solo en los preliminares. Ella lamía alegremente la punta y le daba unos besos sonoros, haciendo que el cuerpo de George se estremeciera por completo. Él se había entrenado para no sentir mucho dolor bajo tortura, pero no era inmune al placer sexual. Se preguntó si esa era una forma de mantenerlo salvaje cuando sus instintos de lucha se activaban.

    Sus teorías se desvanecieron rápidamente, ya que Fanny ya estaba gimiendo con todo su aliento rodeando la polla del estadounidense. A sus labios les costaba contener lo mucho que quería chupar, pero aún así se las arregló para mantenerlos quietos en un montón de deliciosos besos que no dejaban ni un centímetro del pálido palo sin tocar.

    —Qué gustosa... Es una polla estupenda, hmheheh~... Grandullón, me la has estado ocultando durante días, y te lo haré pagar... —Recorrió el eje mientras jugaba con su dedo medio sobre su glande rosado, trazando círculos. —Tú también querías esto, ¿verdad?

    Por mucho frío que hiciera, todo su cuerpo estaba caliente y su miembro completamente erecto. Cualquier intento de mantener la compostura y el semen dentro parecía condenado al fracaso, ya que deseaba con todas sus fuerzas correrse en la pálida cara pecosa. Sin embargo, hizo todo lo posible por aguantar.

    A medida que aumentaban los chasquidos húmedos y los gruñidos de placer, también lo hacía la necesidad de que las cosas se pusieran más calientes. Con su culo tan cerca de su cara, George no podía mantener las manos quietas, y pronto estaban agarrando con fuerza ambas nalgas vestidas. Asegurándose de que se notaran mientras amasaba los glúteos, apretándolos y hasta trazando con los pulgares el lugar donde estaría su raja. Éxito. Su trasero dio un pequeño respingo, pero ella lo colocó abajo rápidamente. Eso fue suficiente para George. Y siguió trabajando el culo de ella, además de olisquearlo.

    —¡Eres un maldito guarro! ¿Te gusta mi coño, eh?

    —Deja que te lo demuestre yo mismo...

    Con determinación, agarró los pantalones y los bajó. Lo que descubrió fue que ella en realidad escondía una falda y unas medias largas debajo.

    —Protección extra contra el frío, ¿eh? —George puso las manos con indiferencia debajo de la falda, sintiendo la tela fina e incluso las bragas debajo. —Quién diría que una chica tan marimacho escondería este tipo de cosas...

    —Si no te gusta, también puedes pirarte... —Pero ella no parecía molesta. Por supuesto, sabía que él ya estaba totalmente cautivado por ella. Ambos eran conscientes de alguna manera de que se sentían atraídos el uno por el otro. ¿Era su herencia la que, de alguna manera, los acercaba sin que se dieran cuenta? ¿Sus días anteriores en los que solo estaban cerca el uno del otro? ¿O simplemente el hecho de que eran igual de estúpidos? —¿Quieres ver mi chochillo pelirrojo?

    —¡Joder, sí! —Frunció el ceño, oliendo sus partes íntimas sin un ápice de vergüenza. Las capas de ropa que la protegían del frío la habían hecho sudar tanto que sus partes desprendía un aroma cálido y salado. —Pero también voy a destrozar esto.

    —¿Sí? Shmch. —A ella no pareció importarle ya que finalmente comenzó a devorar la polla blanca, solo después de cubrir sus bolas completamente con saliva. Como si fuera un perrito caliente cubierto de mostaza y ketchup. Su boca trabajaba a fondo la vara caliente mientras él con su lengua comenzaba a lamer su ropa, con la máscara lo suficientemente alta como para comerle el coño por completo. Como un perro callejero, se alimentó de su coño y saboreó todos los jugos que ya brotaban del mismo. Su nariz se embriagó con sus humildes olores. George rasgó las medias con un mordisco preciso y tiró de ellas, abriendo un agujero que dejaba ver sus bragas a cuadros en todo su esplendor. —¡Mhhrghs! ¡Oye, que se me va a enfríar todo!

    —No por mucho tiempo, tranquila.

    El estadounidense hundió la nariz en sus bragas, moviéndola hacia arriba y sintiendo con los labios los pliegues de su coño bajo las bragas completamente empapadas. Intentó ser lo más considerado posible, pero no podía dejar de darle suaves mordiscos. Todo su cuerpo quería devorarla. Apretó su trasero contra su cara. Mientras tanto, las caderas de George comenzaron a golpear sus dulces labios como si se tratara de un martillo neumático. Se deslizaba con tanta suavidad gracias a las habilidades de la pelirroja chupándola antes, y ahora era un asalto directo a su garganta. Tan delicada y suave, casi como el terciopelo. Sus sonidos de placer emanaban al atragantarse con el palo de carne que se colaba entre sus labios con sonidos de besos contra su pelvis.

    El cabello de Fanny le hacía cosquillas en las piernas mientras sentía el calor de su cara en su ingle. Atrapándo su cabeza entre las piernas. Por muy agresivos que fueran sus ataques a su boca, ella seguía empujando y moviendo la lengua mientras él conquistaba su hermoso rostro. Incitando el furioso deseo del agente, que le agarraba el culo e incluso le clavaba un poco las uñas. Haciéndo que su necesidad de apretarsela aumentara.

    Los sonidos de lamidas y chupadas se amortiguaban en la nieve, pero ellos podían oírlos y eso los mantenía salvajes. Fanny no dejaba de babear para empapar más la polla que mantenía su cabeza atada a su ingle y él no cesó en continuar su investigación. Ahora que ya le había quitado las bragas y podía acceder a su coño pelirrojo, estuvo saboreándolo ahora sin barreras entre ellos. Lamiendo. Chupando. Sorbiendo. Incluso mordiéndolo como un animal. Él sentía su cuerpo temblar, pero ella se negaba a soltar la tranca de su boca. Ambos parecían estar de acuerdo en que era una apuesta: el primero en correrse perdería.

    Una situación sin duda complicada. El sudor que se acumulaba también era más fuerte, sus cuerpos se agarraban posesivamente y...

    —¡Bgh! ¡Urgh! —George no podía creer que lo hubiera conseguido. Le salpicó la cara el repentino chorro de Fanny. Menos mal que sus ojos estaban protegidos por la máscara y las gafas de sol, mientras que sus mandíbulas lo acogían con agrado. —Oh, je... Alguien se ha llevado el primer premio...

    Abrió lentamente las piernas, que aprisionaban la cabeza de la irlandesa. Su boca solo soltó pacientemente la polla estresada, tomándose su tiempo para recordar la forma y la longitud mientras la liberaba.

    —Heefh...

    Se levantó lentamente, con las piernas aún temblando un poco y con mucho de su jugo amoroso goteando. Ahora, ligeramente calmado, George podía ver cómo tanto su trasero como sus piernas tenían también muchas pecas sobre su cuerpo lechoso. Él también se levantó y no apartó la mirada ni un segundo.

    —Ooooh, he perdido... ¿Cuál será mi castigo, señor agente?

    —Tengo unas cuantas ideas en mente... —Dijo él, tomándose pacientemente su tiempo para acercarse y tocar sus mejillas una vez más con adoración. Miró a su alrededor y tras encontrar la pared más cercana del edificio, comenzó a empujarla hacia adelante y a apoyarla contra ella. —Quizás debería practicar mi puntería usándote como blanco...

    —Mira que eres un cabrón, ¿eh, bocazas? —Por supuesto, eso lo dijo con la más genuina diversión e incluso levantó el culo para él. —¡Haz que valga la pena, cabeza plancha!

    Y sin duda lo haría, deslizando su ardiente rifle de piel sobre su surco empapado como un semental tras ganar el primer premio en una feria del condado. Sujetando con todas sus fuerzas sus pequeños glúteos, mientras gruñía de felicidad. ¿Cuánto tiempo había estado sin sentirse tan cerca de otro ser humano? Después de unirse a la CIA, todas sus relaciones estaban condenadas al fracaso: tenía que hacer un nido y luego quemarlo. Sentía demasiado por Banan, pero tenía que aceptar que ella claramente ya lo había superado y que intentar reconstruir puentes solo les haría daño a ambos. Y, sin embargo, sabía que empezar algo nuevo con la irlandesa probablemente no era una idea muy inteligente. Pero en medio del frío, no podía pensar mucho en ninguno de estos asuntos. Tan solo quería apretarse a la pelirroja y sentirse reconfortado por la aceptación de alguien. Empezaba a entender por qué todo el mundo era tan voraz sexualmente en el sitio.

    No era solo lujuria. Era pura supervivencia emocional.

    —Ggh... Esto es increíble...

    —Oigh, te encanta mi cuca pelirroja, ¿a que sí? —Ella lo miró. —¡Rubio narigón, sigue revolviendo mi coño con tu estúpida chorra blanca! —De alguna manera, cuanto más salvaje se volvía ella, más rural y agresivo se volvía su lenguaje. Y sin vergüenza alguna, George sintió que eso le hacía desear aún más seguir destruyendo sus defensas.

    —Guh... ¡Ah! ¡Hmgh! —Hizo todo lo posible por no empezar a gemir en voz alta, para mantener las cosas lo más privadas posible. Su piel se volvió resbaladiza por la mezcla de su propio sudor y la entrada húmeda de ella. Algunas gotas de sudor le impedían ver y tuvo que cerrar los ojos mientras seguía con su trabajo, sin querer vaciar sus bolas todavía. Porque sabía que guardar munición para el jefe final era siempre la forma más inteligente de ganar una pelea. —¡¿Mierda, siempre estás haciendo este tipo de cosas!?

    —Nah, para nada... Ja, ah. —Ella se agarró como pudo a algunos de los ladrillos expuestos de la pared para mantenerse en pie. —¡Ninguno de esos tontolabas atontados es digno de metermela!

    —Entonces, ¿por qué yo...?— La curiosidad lo tomó por sorpresa.

    —Ay, qué perrito faldero tan bueno... —Ella sonrió y soltó una risita feliz. —Me gustan los tontorrones mazados pero completamente obedientes... ¿Viene con la profesión, a que sí?

    —No me subestimes... —Él empujó con más fuerza por despecho y la agarró por las caderas mientras ponía todo su cuerpo sobre la espalda de ella, con sus cabezas muy juntas. —A mi me parece que te mojas las bragas pensando en tiarrones...

    —¡A tí te voy a confesar nada!

    Siguieron empujando y tirando. A George se le ocurrió la fantástica idea de morderle el cuello como un animal salvaje, mientras mantenía su movimiento lujurioso. En ese momento, más que hacer el amor dulcemente, estaban simplemente apareándose, pero de alguna manera se engañó a sí mismo pensando que era una necesidad mutua para el bienestar de su salud mental. Una de sus manos se deslizó desde sus caderas hasta su pecho, colándose bajo las capas de su jersey, y encontró un pecho cubierto por el sujetador. Sin ningún tipo de advertencia, simplemente hizo un truco sus dedos y consiguió quitar la tela, haciendo que comenzaran a moverse libremente. Su mano palpó uno y comenzó a sentir su suavidad, mientras la otra teta seguía bailando.

    —¡Gghhhm!

    —¿Eh? ¿No hay quejas?

    —¡Calla y sigue, gilipollas!

    Unos cariñosos pellizcos en el pezón la hicieron jadear bruscamente y su coño se tensó, lo que solo hizo que George se sintiera aún más tentado de seguir clavándole su palo de carne. Nunca en su vida pensó que se follaría a una chica como ella, con la piel tan pálida como la leche de cabra y cubierta de hermosas pecas en casi todo el cuerpo. Sabía con certeza que muchos de sus colegas odiaban a las chicas que no eran completamente blancas y limpias. Pero al igual que él se sentió atraído por las chicas que conoció en Oriente Medio, había algo completamente salvaje en una mujer rural de lenguaje soez con la que compartía orígenes. Y su polla solo seguía teniendo su propia agenda, mientras él seguía golpeándo y encerrándola en la urgente misión de rellenar sus entrañas con su crema pastelera.

    Y estaba cerca. Quizá demasiado cerca.

    Sus fuertes gemidos mientras él seguía penetrándola lo llevaban al límite, incluso aunque su cuerpo la estuviera agarrando por completo.

    —Joder, me voy a correr tan fuerte...

    —¿Sí? —Fanny lo miró. —¡No te atrevas! ¡Ni se te ocurra parar de montarme como si fuera una puta yegua, estúpido cabrón extranjero! ¡Estúpido idiota, nghhhhh!

    —Si dices cosas así, voy a... ¡Ugh! —Tuvo que frenarse un segundo para no correrse todavía. —¡Aquí mando yo!

    —¡Sí, ya quisieras, bocachancla! ¡No serías capaz de mandar ni a una manada de ratas! —Ella se rió al mismo tiempo que sentía que se le caía la baba.

    El agente Chamán ya estaba un poquito cabreado. Ella suplicaba que la castigaran, eso estaba más que claro. Y vaya si él estaba encantado de complacerle esa necesidad. Sus embestidas se volvieron más rápidas y no solo por su propio deseo, sino también por el de ella. Él mantuvo su boca entretenida metiéndole los dedos y dejándola lamer la tela de sus guantes. Y mientras ella se portaba tan bien, él comenzó su operación final. Una vez más, con movimientos poco contenidos, como una bestia golpeó sus pobres nalgas y la llenó al máximo con su polla. Lo suficiente para que su punta besara su útero. Eso la hizo correrse primero asegurando que su herramienta estuviera resbaladiza, ya que él no había terminado.

    Ella solo podía jadear y sentir cómo su coño se contraía y se tensaba, mientras él mantenía e incluso aumentaba su ritmo. Y lo único que se oía era el sonido de la piel contra piel. Él observó cómo ella ahora lo miraba dócilmente con sus adorables ojos verdes, lamiéndose la saliva que se le escapaba. Y cómo su propia pistola seguía desapareciendo dentro de ella, sintiéndose cálida y húmeda. Pero de nuevo, su atención se centró en su decadente cuerpo pecoso y...

    No una.

    Ni dos.

    Sino tres convulsiones recorrieron su cuerpo mientras su pene eyaculaba dentro de ella. Y ella lo aceptó con gusto, pero parecía aún más feliz cuando él lo sacó y hubo una cuarta convulsión que terminó con una bonita salpicadura blanca sobre su piel. Casi brillando en medio del paisaje nevado. Cuando George pudo ponerse de pie y verla desde lejos, todo parecía una obra de arte, con mucha luz y blanco contrastando con su ardiente cabello rojo y las pecas de su cuerpo. Ella seguía de pie, apoyándose contra la pared, pero volviendo la mirada hacia él por última vez, sonriendo con picardía.

    —Osea, que ya has descargado, ¿verdad? —Su acento desapareció de repente, como si la claridad posterior al orgasmo hubiera restablecido su forma de hablar. —Cacho puerco. —Tomó un poco y se lo llevó a la boca para probarlo. —¡Puaj, está saladísimo!

    —Lo siento... He estado un poco deshidratado últimamente... —No solo ella, sino que él también parecía haber recuperado algo de conciencia e incluso sentirse profundamente culpable. Pues ahí se va a tomar por culo toda la parte de «no involucrarse en absoluto» de la misión. —Y he seguido ahorrando semen durante más tiempo del que me gustaría admitir. —Asintió con la cabeza mientras se frotaba la nuca y se colocaba la máscara con la otra mano.

    —Hum... Sí. Bueno, no importa. —Ella sonrió y buscó sus pantalones. —Por cierto, ya puedes ir comprándome unas medias nuevas.

    —Envíame la factura un día de estos.

    Por un momento, el momento post-orgasmo se sintió tranquilo. George se colocó toda su ropa y se aseguró de que su arma también estuviera a salvo del frío, caminando de un lado a otro mientras Fanny hacía lo mismo. Su rostro parecía un poco molesto, mientras revisaba todos sus bolsillos y luego la nieve bajo sus pies.

    —¿Sabes una cosa? —Comenzó él. —Quizás podríamos...

    Ella lo miró, pero antes de que él pudiera continuar oyó un crujido debajo de sus botas. Parecía una pequeña granada de mano.

    —¡Mierda, mierda! —Fanny se lanzó contra él, empujándolo varios metros hacia atrás.

    El sonido de la explosión resonó en el extenso patio trasero. Ambos acabaron revolviendo la nieve del árbol contra el que chocaron y cuando pudieron procesar lo que había pasado, Fanny estaba encima de él, cubierta de nieve. Tanto como lo estaba antes de su semen. George estaba un poco asustado por su cara.

    —¡Mira dónde pones los putos pies la próxima vez! —Y le arreó una bofetada en la mejilla. —¡Ciego de mierda!

    Y una vez más se quedó abandonado, porque la pelirroja se levantó apresuradamente y se marchó del lugar refunfuñando y maldiciendo. Destrozando por completo la pregunta que él iba a hacer. Solo cuando el escenario volvió a quedar en silencio, oyó la risa de Pujay, que descansaba en lo alto de uno de los árboles.

    Cabrón, ¿nos has estado observando todo este tiempo?

    Siempre te estoy observando, ¿o ya te has olvidado?

    ¡Vete a tomar por culo!

    Ja, ni lo sueñes. ¡Esta obra por fin es divertida y lo suficientemente digna para mí, gringo!




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