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Episodio 2
Aguas pantanosas



    —Venga, repítemelo otra vez.

    —Será mejor que apartes tu hocico porcino de mi cara, querida. Que mi trabajo aquí no va de cuidar a los animales.

  Los dedos de Banan tecleaban delicadamente sin descanso, ignorando por completo las quejas. ¿Había alguna forma de eliminar plagas sin utilizar productos químicos tóxicos? Desde luego. Pero a pesar de todo disfrutaba de los ataques verbales a los que podía responder con indiferencia, especialmente hacia aquellas personas que no le eran gratas. Como la fogosa pelirroja que la miraba con cara de exceso de confianza. Alejada de las estancias comunes, la fría y estéril oficina de la directora general de la 17ª División era uno de los pocos reinos de calma que quedaban allí. Y eso encajaba con la personalidad severa y diligente de la propia directora, Banan. Mirando la pantalla de su ordenador mientras ignoraba a su invitada.

    —Mira, no te estoy pidiendo que me consigas un conjunto completo de armas, pero ¿cómo esperas que trabaje sin unos buenos materiales? Tienes que empezar a tomarte este trabajo en serio, ¿no crees? —Fanny tocó el punto débil de la mujer encargada de gestionar los tejemanejes de la operación.

    —Si no lo hiciera, los que son como tú estarían echando el diente a más de lo que realmente pueden permitirse.

    Banan sintió un cosquilleo en el pelo y se ajustó el hiyab. Siguió tecleando. La pantalla solo mostraba los archivos de texto de los miembros recientemente destrozados en batalla, asegurándose de eliminarlos. No era necesario notificarlo ni confirmar nada, solo hacer clic repetidamente en —Sí».

    —Solo es una caja extra.

    —Ni caja ni cajo. Recibirás tu parte cuando llegue la próxima tanda de útiles. —Puede que fuera una rutina, pero todas las rutinas acaban por resultar cansinas.

    —Bah.

    La directora se recostó en la silla, cómodamente. Sus manos hicieron un gesto de —pírate» a Fanny. La pelirroja se puso aún más cómoda en la silla de plástico barata. Estoy afirmando mi dominio. Eso es lo que la chica irlandesa intentaba insinuar con cada centímetro de su cuerpo, cruzando las piernas y colocando las manos detrás de la cabeza, ajustándose el gorro de punto mientras efectuaba su maniobra.

    —Vete, de verdad. Tengo que informar y hablar con el nuevo.

    —Haz que me vaya.

    Antes de que la discusión unilateral pudiese continuar, se oyeron unos golpes en la puerta. Banan cogió un expediente de la pila que había junto a su teclado.

    —Mira, tengo trabajo que hacer. Y supongo que tú también, ¿no?. —Banan se quitó las gafas de trabajo. —¡Lárgate, bicho!

    Chamán entró en la habitación y la miró durante un segundo... antes de quedarse paralizado. No reconoció a la pelirroja vestida de negro, pero se quedó boquiabierto al ver a Banan.

    —¿Emmy? ¿Eres tú? —Su figura era más grande y algo más corpulenta que la de ambas, pero su cara de cachorro confundido le hacía parecer más vulnerable, aunque agradecía que la máscara y las gafas de sol ocultaran su aspecto y sus emociones. Tras un gesto silencioso, se aventuró a acercarse más. —Lo siento, quiero decir... No te gustaba ese nombre, ¿verdad?

    —No pasa nada. Por favor, siéntate. —Banan se volvió a poner las gafas y sonrió amablemente a Chamán—. Me alegro de verte sano y salvo.

    —Hum, ¿desde cuándo...? —Se armó de valor, esperando a que Fanny se levantara de la silla con toda la calma posible, mientras esta mostraba con una sonrisa de satisfacción en el rostro. —Disculpa.

    —Oh, no hay problema, grandullón.

    Incluso Banan miró con sorpresa a la indómita Fanny, que se alejaba dócilmente de la silla. Un segundo después, volvió a su ordenador, en el mismo momento en que se cerró la puerta tras la atrevida chica que salía de la oficina. —Te voy a matar.

    —¿Qué? —Chamán se sorprendió por la repentina amenaza. —¿Qué he hecho ahora?

    —Oh, es broma. —Ella le sonrió. —Solo necesito que firmes estas copias.

    Ella manejaba una carpeta con unos cuantos papeles. Chamán se inclinó sobre ellos y apenas leyó un par de líneas antes de firmarlos.

    —¿Esto es todo? —Se sintió algo nervioso al levantar la vista hacia ella. Pero si hubiera mencionado algo de su pasado, no habría habido otro resultado posible a que ella lo negara. Un suspiro ahogado salió de sus labios. —¿No hay preguntas?

    —Ya me han respondido a todas las preguntas antes de que llegaras. Suministros, duración de la estancia, motivo.

    Hablando de eficiencia. Sin duda se preocupaban por la burocracia, pero no tanto por la calidad de vida de la misión, fuera cual fuera. Banan guardó los papeles en la carpeta, los colocó diligentemente con un golpe seco sobre la mesa y giró suavemente su silla hacia la pared que tenía a su espalda, donde se encontraba el archivo físico. Tarareando, comenzó a buscar entre los archivos con la letra K para guardarlo.

    —Hum. Supongo que entonces debería volver y prepararme para la expedición del nuevo miembro.

    —¿Nuevo miembro? —Banan lo miró— No viene nadie nuevo. Que yo sepa, vamos.

    Chamán negó con la cabeza.

    —Bueno, eso es lo que dijo el viejo. Un nuevo líder para ayudar con el entrenamiento. Van a enviar a algunos chicos a recibirlo y siento que debería formar parte de ello. Ya sabes, una misión de reconocimiento.

    Banan se llevó los dedos a los labios. Parecía genuinamente confundida.

    —Bueno... el viejo siempre se olvida de decirme cuándo llegan personas nuevas, hace años que no está muy presente... así que podría ser que no me hayan informado. Aunque eso es algo poco habitual, porque los altos mandos suelen enviarme información sobre las personas que llegan con antelación.

    —¿Entonces conoces a todos los miembros? —Eso decía mucho de la discordancia entre las habilidades de los diferentes funcionarios de la división. —Sigues siendo un cerebrito, obteniendo tanta información y sin dejar pasar nada fácilmente.

    Ella le devolvió la sonrisa y la admiración.

    —Gracias. Pero no me adules demasiado. Solo te quedarás un rato, como siempre.

    —De nada. —Chamán se mordió los labios por un segundo. —De todos modos, ¿adónde debo ir para recargar?

***


    Chamán deseaba haber podido quedarse un poco más. Aunque sabía que los sentimientos del pasado nunca volverían a renacer, se sintió como en casa durante los breves momentos que pasó en su oficina. Algo que era difícil de decir de los pasillos sucios que llevaban al segundo piso. Casi abandonados, ya que la estructura principal y las habitaciones utilizables se concentraban en el primer piso y el sótano, donde se encontraban los dormitorios. Quienquiera que hubiera tenido esa idea, sin duda no se preocupaba por los miembros. Sus pasos resonaban sonoramente cada vez que caminaba.

    Era algo escalofriante. No solo eso, también había ventanas. Ventanas reales, claras y visibles, tanto intactas como rotas. El paisaje nevado y la naturaleza del exterior contrastaban con los tristes pasillos llenos de escombros y grafitis. De alguna manera, parecía una universidad olvidada en medio de la montaña. ¿Quién residiría en esa parte tan miserable del edificio? Lo bueno era lo fácil que era encontrar la puerta por la que tenía que entrar para coger su equipo.

    Supongo que alguien no es muy querido por aquí.

    En la puerta había colgado un cartón con un dibujo tosco de la chica pelirroja con gorro, tachada con una gruesa línea de tinta roja, con la clara intención de mantenerla fuera de allí. Encima, otro decía «Almacén». Chamán quería saber en secreto el motivo de la prohibición de la chica que acababa de ver. Pero de alguna manera supuso que la gente ni siquiera se molestaría en empezar a explicarlo. Golpeó la puerta con el puño con firmeza.

    —¿Sí? —Se oyó una voz burlona —¿Quién es? —Parecía que la persona que estaba en la habitación no estaba de muy buen humor.

    —Me llamo Chamán. —George hizo todo lo posible por dar la mejor impresión de ser el tipo guay que tanto deseaba ser, incluso después de su fracaso inicial en la oficina. —Vengo a cargarme de plomo. —Se apoyó en la puerta para escuchar a escondidas si había alguna conversación jugosa antes de eso. Sin embargo...

    —No, es el tiparraco nuevo, el imbécil está intentando quedar de chulo. Kaiku izugarria.

    No entendió la última parte, pero tampoco le hizo falta. Frunció el ceño y se apartó de la puerta, que estaba abierta ahora. Salió algo de humo de la habitación. Apareció una mujer con gafas y le hizo un gesto con el pulgar para que entrara. Era la misma chica que había visto despreciando el trabajo que le habían encargado para traer al nuevo miembro. No solo eso, sino que los demás «voluntarios» también estaban allí.

    —Buenos días, guapo. —La chica con uniforme nazi y aspecto de princesa estaba cargando un par de UZIs. —¿Qué pasa, es tu primera vez en una División, eh? —Evidentemente, Chamán había puesto una cara de disgusto difícil de disimular al mirarla. —No les importan los miembros, siempre y cuando consigan números en sus filas.

    —Acabo de darme cuenta. —Manteniendo la frialdad, echó un vistazo a la habitación. Sin embargo, el joven de aspecto juvenil lo miraba con cierto respeto. Se preguntó si era tan inocente como parecía. Ver a personas tan diferentes tan cerca unas de otras estaba dañando su propio sentido racional. —¿Cómo es que no os matáis los unos a los otros?

    —Simplemente nos odiamos y nos follamos. —Respondió la chica. —Me llamo Elizabeth, tiarrón. Pero puedes llamarme Eli. Y el saco de carne ese es Emil. —El aludido se quitó la gorra del uniforme e hizo una reverencia formal. —Es un marica y un yogurín que va en ambos sentidos, pero está bien dotado y es útil de vez en cuando.

    —Oye, niña, que también soy inteligente. —A pesar de sus protestas, Emil era sin duda una persona dócil y relajada. Además, era extrañamente tranquilizador ver a la otra chica actuar de acuerdo con su ropa, o eso pensaba él. De lo contrario, el agente sentía que se le iba a derretiría el cerebro y se le saldría por las orejas.

    La habitación estaba llena de cajas, cada una con un arma y munición diferentes. En el centro, había una mesa repleta de cables, armas, munición esparcida y, como si la hubieran empujado distraídamente, una cantidad increíble de ingredientes explosivos y bombas a medio fabricar.

    —Oye, idiota. ¿Qué necesitas? —La chica de las gafas estaba relajada junto a una de las estanterías, bebiendo una botella de vino. Parecía ser la dueña del almacén. —No seas como estos perezosos y agarra tus cosas de una vez.

    —¿Así es como tratas a tus clientes? —Bromeó Emil.
 

    —Ojalá fuerais clientes. Serviros gratis es un dolor en el culo. —Ella resopló. Chamán intentó descifrar su expresión, pero su sonrisa maliciosa y su mirada perdida eran demasiado extrañas para él. De todos modos, su curiosa y enorme boina, junto con su cabello revuelto, le cubrían casi todo el rostro. —¿Cuál es tu trabajo, chico narco?

    —Tenía pensado ir con vosotros a buscar al nuevo entrenador. Asegurarme de que esa persona pueda entrar sin peligro. —A los pocos segundos de pronunciar esas palabras, todos se echaron a reír. —¿Qué? ¿He dicho algo gracioso? —Su voz sonaba áspera y seria, pero no sirvió de nada.

    —Genial. Más protección desechable para nosotros. —Eli sonrió. —Qué pena, ¿no quieres disfrutar un poco de este cuerpo antes de que te vuelen por los aires?

    Las misiones de la División solían ser peligrosas, y ellos eran la denominada élite. Lo que significaba que llevaban allí más de un par de meses como mínimo y seguían vivos. Pero, ¿era realmente tan difícil para los recién llegados participar en tareas sangrientas sin morir en el proceso? En cualquier caso, no podía retirarse tan fácilmente. Su reputación y su orgullo se sentían de alguna manera heridos. Después de todo, había sido entrenado desde joven por los mejores. Su padre era una leyenda, así que no había razón para que, tras su propia carrera y sus éxitos pasados, fuera menos que unos guerrilleros sin experiencia previa.

    —Oye, deja de zorrear por al menos dos minutos, maldita alemana. —La chica de las gafas preparó un par de pistolas y se las colocó en la chaqueta. —Escucha txikitxo, y déjame dejar algo claro. Has venido al lugar indicado para recargar munición, pero no puedes aparecer y actuar como si fueras el jefe. Y much menos cuando está claro que te faltan unos cuantos tornillos. Si no quieres problemas, aprende cual es tu lugar. —Procedió a coger un rifle de asalto y unos cuchillos. —¿Estos juguetes satisfarán al niño pequeño?

    Chamán los cogió en silencio.

    —Serán suficientes para aplastar cualquier molestia que se me ponga por delante.

    —Vale, sigue con tu rollo, me importa una mierda pinchada en un palo. Y todos vosotros, coged vuestras cosas y largaos. Tengo que terminar un trabajo. —La chica dio un sorbo a su botella y Chamán salió de la habitación.


***


    Un familiar zumbido de luces. Las paredes pintadas de amarillo y blanco. Mesas de madera. La cafetería tenía el aspecto típico a la que se encontraría en un instituto. Los ruidosos miembros hacían cola para conseguir la mejor comida disponible y así se les recompensaba. Servida directamente desde las entrañas del fregadero de la cocina. Chamán no encontró sitio para sentarse después de recibir su ración de repulsivos nutrientes, así que se quedó de pie, con la espalda apoyada en la pared, tratando de imponer su dominio. Como le resultaba posible, mientras tenía que meter la comida repugnante debajo de su máscara, haciendo que se le pegase por dentro el olor pútrido que emanaba.

    Pero, por supuesto, a nadie parecía importarle una mierda. Todos estaban ocupados en lo suyo, discutiendo lo terrible que parecía el menú de ese día, o sobre las orgías desvergonzadas que algunos organizaban para pasar el tiempo entre masacres y reuniones informativas.

    Cuando logró tragar la mitad de lo que se suponía que era una especie de pan con mantequilla, con la textura del chicle y el sabor de cien ratas pasando por los estantes, oyó un leve golpe a su lado. Su inexpresivo pasamontañas con forma de calavera miró hacia allí y allí estaba ella.

    Fanny se había quedado mirándolo. No era mucho más baja que él, por lo que sus miradas se cruzaron casi al instante. El instinto primitivo de huir se activó. ¿Era posible que no se hubiera dado cuenta antes de lo peligrosa que era? Sus entrañas comenzaron a temblar ante aquellos penetrantes ojos verdes.

    —Hola, guapo. —Ella sonreía con mucha dulzura. Si solo se fijase en su apariencia, no parecía tan diferente de los demás miembros.

    —Hola. —Él respondió con fingida frialdad.

Como si fuera un cachorro, ella ladeó la cabeza. Algunos de sus rizos le caían sobre la cara y se puso las manos en la espalda, adoptando una pose de curiosidad.

    —Tienes muchas pelotas, ¿eh? Venir aquí voluntariamente y todo eso.

    —¿Y qué? —Se llevó más comida a la boca y la masticó. —¿Formas parte de la expedición para traer al nuevo entrenador?

    Su sonrisa se curvó en una expresión diabólica y sombría.

    —No. No me relaciono con los perros que ladran desde abajo. —Se recostó contra la pared aún más. —Élite es solo un nombre elegante para aquellos que no son destrozados en pocos días. Pero al final, solo son los macacos que hacen los recados más peligrosos. Tengo más dignidad que eso.

    —Entonces debes de ser una experta.

    —No. Llegué aquí hace apenas un mes y estoy muy aburrida. Tengo un taller muy bonito y me quedo allí pretendiendo que trabajo, poco más.

    Miembros que desperdician recursos siendo de ninguna utilidad, anotado.

    —Eso no está bien.

    —Oooooh. No me vengas con la mierda de moralidad de chico majete de ciudad sobre el bien común o el trabajo en equipo. Esto es un infierno, sobrevivir es el objetivo principal. No es solo una maldita granja de cabras llena de sucios hijos de puta que intentan cometer la violencia que se les ordena, sino un nido de criminales que acaban de huir y necesitan un lugar donde quedarse si no quieren acabar en la cárcel. —Miró a la gente y les hizo una señal con el pulgar. —La gente de aquí no es más que un montón de restos de un zoológico, ¿y vosotros queréis que juguemos limpio y seamos amables? Puede que eso sea cierto para esos cabrones de la CIA y las fuerzas militares, pero nosotros aquí no somos así. Solo hacemos lo que podemos. Con lo que vosotros tenéis la dignidad de enviarnos.

    Oh, vamos. No vine aquí para que me den una lección. Si tanto querían evitar acabar en la cárcel, ¿por qué la mejor opción era unirse a una operación paramilitar? Realmente no velan por los intereses de ningún país.

    —Sí, bueno, quizá deberían hacer lo que les decimos y así tendríais mejor comida y recursos. —Espetó finalmente.

    Los ojos esmeralda de Fanny se abrieron.

    —Oh, joder, aquí tenemos a un tipo con grandes ideas. Apuesto a que eres muy popular entre tus jefes. ¿Cuántos centímetros te han abierto el culo? Oh, espera... ¿debería preguntar cuántas pulgadas?

    Esta tía es peligrosa.

    —Quizás debería follarte el culo para que aprendas modales.

    —Kgh.

    Fanny se rió y se marchó. Chamán sintió que algo moría dentro de él después de decir aquello. Si algo le fastidiaba de su trabajo era enfrentarse a la gente. Pero tenía que fingir que era un personaje fuerte para sobrevivir. Al fin y al cabo, yo no soy muy diferente de ellos.

    Pero no es momento de ponerse cariñoso con nadie. Tengo que conseguir más información sobre las operaciones y esta división catastrófica si quiero salir de este agujero de mierda.

    Y así, comenzó a caminar hacia la salida, pasando entre el polvo y los escombros, donde los «Elites» ya le miraban con malos ojos por hacerles esperar.





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